Todos los padres que hemos entrado en el mundo del fútbol base hemos pasado por etapas, cuando llevamos a nuestro hijo por primera vez a un entrenamiento tenemos mucha ilusión por ver su comportamiento, como se relaciona con sus nuevos compañeros, con su nuevo entrenador, etc... pero con el pasar de los días y meses este mundo nos va arropando de una forma que nos lleva a límites que desconocíamos podíamos llegar.
Llega un momento donde nuestro mundo gira alrededor del fútbol y nuestro círculo social se ve reducido considerablemente a estos padres que comparten la misma afición de ver a sus hijos entrenando y jugando.
Hasta allí digamos que todo más o menos normal, luego los padres que hemos practicado algún deporte comenzamos a intentar "ayudar" a que nuestro pequeño futbolista mejore sus cualidades entrenando y corrigiéndoles los fallos que creemos está cometiendo, además con ello pensamos que nuestro hijo será mucho más feliz marcando muchos goles.
Allí comienza lo que yo llamaría la intoxicación paternal, porque creo esto? porque será el primer paso para que nuestro hijo no sea feliz JUGANDO junto a sus compañeros a su deporte favorito.
Para los padres más reservados comienzan las correcciones en casa después del entrenamiento, para los padres más extrovertidos algún grito en el entrenamiento se les escapa y no nos perdemos ningún entrenamiento para seguir la evolución.
Luego comienzan los partidos de liga, esto es la transformación mayor, los padres en la grada le exigen a sus niños futbolistas apliquen los conocimientos impartidos en casa después de los entrenamientos, sin importar lo que diga el entrenador. "Yo soy tu padre y lo que te digo es para que seas el mejor" esto quizás no se diga pero se piensa.
Luego están los tipos de padres/madres en la grada, están los que corren por la banda dando instrucciones, están los que no pueden sentarse, están los que critican las tácticas del entrenador por no poner a su hijo en su posición, están los que protestan por todo al árbitro, están los agresivos con todo el que les rodea, están los graciosos, están los que dan patadas sin querer cuando el partido esta emocionante, están los que dan indicaciones de como deben estar colocados en el campo, etc...
Como en todo deporte hay veces que se gana y otras se pierde, pues la actitud para el resto del fin de semana influirá dependiendo del resultado del partido. Y si nuestro pequeño futbolista fallo la ocasión de gol o influyó en que nos marcaran el gol de la derrota, eso fue por que no haces caso a tú padre de como debes jugar.
Mejor no entro a mencionar lo que se le dice al árbitro cuando comete algún error y tampoco las acaloradas discusiones de padres en la grada que muchas veces terminan dando un espectáculo dantesco a nuestros pequeños.
Luego de pasar por toda esta experiencia me doy cuenta que es muy difícil cambiar la mentalidad que tenemos arraigada con respecto al fútbol base, pero no imposible, todos estos padres que estamos ciegos pensando que tenemos un diamante en bruto como futbolista, seamos conscientes que para ser buenos futbolistas es necesario ser mejores personas.
Vamos a dejar que nuestros hijos jueguen a su deporte favorito, si tiene cualidades pues ya llegará el momento de dar el salto, de momento disfrutemos con ellos, vivamos esta experiencia de su vida con responsabilidad, que los valores deportivos estén por encima de cualquier competición y seamos conscientes de que los padres somos su ejemplo a seguir.
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